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El sujeto consciente y activo de Ernesto Blanco.

 

Por Manuel García Verdecia.

Escritor, poeta.

Revista Diéresis, de Arte y Literatura. 2011

 

La obra de Ernesto Blanco impresiona desde un primer vistazo por dos razones principales. Primero, se evidencia su sinceridad conceptual y, segundo, porque no deja de buscar los mejores medios para hacer más contundente la comunicación de sus ideas. Este artista no es un ser adocenado a ciertos criterios y usos, ni tampoco alguien que condesciende a transformar su arte en mero juego aquiescente o plataforma para acceder a otras oportunidades. Él es, en primer lugar, eso tan extraño en nuestros turbios días, un verdadero intelectual, alguien que confiere un centro irradiante al acto de pensar su entorno y de acercarse a su prójimo afectivamente, en simpatía con esos que, como él, quieren hacer sensata y vivible la vida. Esta misma tensión reflexiva y participante lo lleva a ser un constante explorador de recursos y técnicas que le posibiliten no solo expresar más adecuadamente sus múltiples preocupaciones y obsesiones sino también hacerlas llegar mejor a mayor cantidad de personas.

Ernesto parte no solo de un innegable talento plástico natural sino de una formación académica muy propiciatoria. Ha estudiado artes plásticas en la Academia El Alba, de Holguín, y posteriormente Licenciatura en Arte en la Universidad Pedagógica de esa misma ciudad. Luego ha ejercido la docencia en ambos centros, de modo que ha podido reciclar y extender ampliamente lo recibido. A esto se suma una insaciable sed de conocimiento y autosuperación. Sé de su interés por temas como la literatura, la historia, las escuelas filosóficas, las diversas teorías en torno al arte y la cultura, etc. Lector voraz, consume novelas, poesía, ensayos, a la par que obras en torno a la estética, los pintores y los movimientos artísticos. Esto se transfiere a su obra, pues el espectador siempre recibe signos de incitación de un autor analítico e indócil.

Conocer distintas técnicas, estilos y maneras le ha permitido construir un modo propio, a la altura de su tiempo. Su estilo es muy funcional, despojado de afectación o parafernalia que deshabilite el latido que porta, logrando hacer un arte nada meloso o complaciente con tendencias ni circunstancias. Así mismo, el hecho de poder continuar ejerciendo la academia como docente, le ha propiciado la oportunidad de extender su obra a través de sus pupilos y, de igual modo, a través de ellos, actualizar muchos de sus dilemas e inquietudes. Esto le mantiene una visión fresca e inquietante.

Como todo artista con auténticas ansias creadoras, Ernesto ha pasado por varias etapas de experimentación. En sus inicios, empleó modelos del arte establecido, como el surrealismo, el por art o el conceptualismo. Así hay diversas piezas donde parte de una idea en préstamo de algún creador de esas escuelas, llámese René Magritte, Joseph Beuys, Andy Warhol, Robert Indiana, Robert Rauschemberg, para luego recontextualizarlo a partir de sus visiones y los asuntos de su propia realidad que le interesa tratar. Véase las diversas maneras en que trastoca el “Love” de Robert Indiana, con la  paradójica pesadez de Magritte, produciendo un objeto alucinantemente cuestionador. O también las adaptaciones a su realidad inmediata de obras de Warhol o Rauschemberg, en que la ironía devela una visión inusual de determinadas acciones que tienden hacia un costumbrismo nada benéfico. 

En años posteriores, con el lógico crecimiento que otorga la indagación y la confrontación con otros artistas, tanto de Cuba como de países europeos y americanos, fue moviéndose hacia un estilo más personal, conciso, sobrio, de mayor focalización expresiva. Este se conforma de ciertos códigos reincidentes donde el concepto queda en mayor evidencia. Hay en las obras de esta etapa elementos visibles en préstamo del expresionismo figurativo, el minimalismo, el bad painting y el objetualismo, siempre dominados por la intención y el universo expresivos del autor que le confieren autenticidad y la identificación de su voz personal. La simplicidad de composición, la ausencia de elementos decorativos, el rechazo al sentimentalismo y la pintura retiniana, el empleo de un reducido grupo de colores, donde priman grises, negros, rojos, la parquedad de recursos, el sistemático empleo de la figura humana, las situaciones paradójicas, configuran algunas de las claves de su estilo.

En la obra de este artista prima una visión de alta tensión ética. El pintor siempre nos está hablando del alma del ser, de su levedad en constante peligro debido a razones supraindividuales. Hay un cuestionamiento de hasta qué punto el peso de la razón establecida puede sofocar la expansión de lo individual. No es un moralista, sino alguien a quien interesa la integridad del espíritu humano. Defiende que el hombre no debe ocultarse de su ser sino manifestarlo. El hombre está hecho para poder desplegar sus potencialidades de autonomía, creencia, expresión. Desde una elaboración estética que la realza y la proyecta más enriquecedoramente, brinda sus afirmaciones que enaltecen lo esencialmente humano, ante cualquier otro principio, por encima de épocas y contextos.

Entre sus asuntos hay un tema primordial: la exaltación del individuo como eje de realización humana. En sus obras generalmente el individuo se enfrenta a una zona de conflicto, cierta tensión que lo escinde y lo pone bajo presión. Muchas veces debe escoger entre ceder para ser o padecer por no ceder. Sin embargo, no pocas veces da con una bifurcación paradojal donde cualquier elección lo derrota. Siempre el sujeto tiene sobre su cabeza un peso que se cierne amenazante, o se ve forzado a escoger entre su cabeza y su cuerpo, su pasar o su ser, entre su mismidad y su reflejo escindido, o entre el yo y los otros. Cada vez hay un filo acechante, una trampa ante él, un cerco que lo ciñe. Véase el manifiesto proceso de violentación de lo individual del ser como se presenta en “Hacedores de bonsái”, esa amputación para lograr un árbol portátil. O también “Estudio para un ejercicio de autocontrol”, en que la autolaceración deviene un mecanismo defensivo. Esas obras no solo nos llevan a identificar diversos problemas sino a la anagnórisis sensible.

El hecho de que frecuentemente emplee su propia efigie como recurso expresivo en un alto número de sus obras no es un mero juego ególatra. No resulta de un narcisismo del artista que busca de mayor visibilidad. En su caso, este recurso implica que se pone en el mismo centro de los asuntos, expresa una empatía con los problemas que trata, que nos dice de su compromiso con ellos. No es un simple observador que atestigua, es alguien que padece, entiende y, a partir de su involucramiento, se hace propugnador de ciertos conceptos y actitudes. Además, para los ojos del público ajeno al autor, su imagen deviene la de un ser común, un semejante, lo que acerca al artista al otro, lo hace descender a un plano de igualdad con el observador.

Este artista está convencido de que el arte debe evadir lo idílico y lo hipnótico, dando paso en su lugar a lo problémico y lo inquietante. Lo bonito cuando se convierte en un fin en sí mismo se vuelve un espejo burlesco. Tal es el tema de su pieza instalativa “Dientes sanos para toda la vida”. No es una invectiva contra el buen hacer, sino contra el buen hacer desprovisto de indagación humana.

Como parte de esa puntual y sistemática observación de lo importante para el individuo hay todo un inventario de acuciantes problemas que asoman en sus piezas. Puede ser la violencia de género, la preocupación ecológica, el verdadero sentido de la educación, la información y la cultura, la libertad de opinión, etc. Su percepción de la degradación de la naturaleza es visible en cuadros como “Naturaleza muerta” o en su obra peformática “No a las aguas negras”. De igual modo, trata la convicción de que el desarrollo cultural es un proceso serio y persistente, de honda raíz humana. No es lo simple de campañas ni de manifestaciones superficiales, donde muchas veces se confunde lo llamativo y secundario con lo esencial. Algo muy importante para estos tiempos de consumismo y confusión cultural, como se manifiesta en su “Masifícate, culturízate aquí”, donde el brillo hace perder el camino. Igualmente, el concepto de que la violencia, a veces por los medios más aparentemente inocuos, puede cultivarse, y debe impedirse. Sus obras en diferentes momentos reflejan ámbitos de violencia, en consonancia con diversas maneras en que esta gravita sobre todos. El artista está convencido de que no es un recurso para solucionar aspectos de las relaciones humanas. Es altamente profética su visión en la instalación “Las armas matan”.

Otro aspecto interesante, a tono con la lógica de un ámbito donde la prensa juega un papel no solo informativo sino regulador,  resulta su peculiar empleo de diarios como material componente de sus obras. Tanto en su labor gráfica como en la pictórica una y otra vez acoge los principales diarios del país. Esto no solo lo ubica en una realidad determinada, sino posibilita una relectura simbólica de lo cotidiano contaminado por la visión de la prensa.

Así mismo, la reiterada referencia al mito le asegura un elemento de sentido desde donde puede establecer una comunicación más pronta y eficaz. El artista apela a Ícaro que no acaba de caer, Sísifo que en castigo arrastra su propia cabeza, Holofernes que se autodegüella, el Hombre de Vitrubio desmembrado como una marioneta, los Atlantes que sostienen la opinión o la culpa de los otros, etc. Esto sirve para enfocar al individuo en constante confrontación, resaltar su empresa de ir contra las vicisitudes y calamidades que ponen en juego sus posibilidades, su ser y su integridad.

En el desempeño de su vocación y su ideal, Ernesto Blanco ha logrado una obra plástica varia, sincera, profunda y en permanente ascenso. En sus diversas concreciones, su arte no solo es una visión sobre los desmanes de un tiempo, sino resulta también un hachón encendido para ayudar a quebrar sus cercos.

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Con la sutil elocuencia del silencio*

 

Por Martín Garrido

Crítico de Arte

Especialista del Centro de Arte

Holguín, 2002

 

Una de las exposiciones más atractivas del año 2002 fue sin duda la titulada “Voz del Silencio II”, del pintor, fotógrafo y grabador Ernesto Blanco Sanciprián (Holguín, 1968). Después de una etapa preparatoria iniciada en 1998 –cuando exhibió en Manzanillo las colografías que aparecen en esta muestra-, Sanciprián reunió en la Sala Alternativa del Centro Provincial de Artes Plásticas de Holguín doce obras marcadas por una elocuencia visual que hace honor al título de la muestra.

Desde su etapa de estudiante en la Escuela Profesional de Artes Plásticas de Holguín, donde se graduó en 1988, la obra de Sanciprián ha girado en torno a contenidos vivenciales y sociales bien definidos. La relación del hombre con la naturaleza, con los demás seres humanos, consigo mismo y en relación con determinados mecanismos sociales, ha asumido en su producción artística un carácter marcadamente problemático y cuestionador, que ha requerido, para lograr una expresión cabal, de recursos y soluciones que sólo el arte conceptual podía ofrecerle.

En el tiempo que le dejan libres sus labores como profesor de la Academia de Arte, su participación en talleres y eventos, la realización de curadurías, proyectos y demás labores promocionales, Sanciprián ha ido creando su obra personal, que ha sido premiada a nivel local y nacional. De ese trabajo, paciente y reflexivo han nacido las obras que conforman esta exposición, obras que, ordenadas en dos series aparentemente distintas pero internamente ligadas por presupuestos comunes, forman una sólida propuesta conceptual.

Tanto las colografías en blanco y negro como los óleos tienen como protagonista único al propio pintor, cuyo rostro se convierte en punto focal de cada obra. El conjunto de colografías ofrece una imagen reposada y reflexiva, que mucho tiene que ver con los presupuestos de las filosofías orientales, de la cuales el artista es un estudioso apasionado. Un aire ensimismado y atemporal cualifica estas piezas, cuya calidad visual se impone al espectador a través de una bien meditada armonía de elementos, donde la gradación de los tonos, de las tintas, juega un papel muy preciso. Por el contrario, los óleos exhibidos en la muestra son de una expresividad que sorprende. Muy realistas, ofrecen imágenes de una crueldad casi insoportable, que harían las delicias de un sádico o masoquista, según sea el caso. Aquí el silencio no resulta de la disciplina consciente de los sentidos o de la meditación espiritual, sino que es el efecto visible de fuerzas exteriores, y también interiores, de cuyo rigor no cabe dudar.

En resumen, esta exposición de Ernesto Blanco Sanciprián, funciona como una gran metáfora de la situación del individuo en la sociedad moderna. Para tratar de expresarlo, el artista ha buscado que su discurso funcione de una manera compleja y sutil, y con la inteligencia y el ingenio de un Ulises se las ha arreglado para jugar unas veces con la credulidad del espectador, y otras, para transformarlo en su cómplice. En esta variedad de lecturas y matices descansa el atractivo de su obra general, una de las más elaboradas y reflexivas con que cuenta la pintura holguinera actual.

 

* Texto publicado en “Oficio de ver”, Ediciones Holguín, 2006

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Arte bajo presión*.

 

Por Martín Garrido

Crítico de Arte

Especialista Centro de Arte

Holguín, 2004

 

En las pasadas Romería de Mayo, la Casa de la Prensa acogió una de las exposiciones más sugestivas del evento, REM-Bajo la prensa, de los artistas holguineros Ramiro Ricardo y Ernesto Blanco y el austriaco Martín Gredler. Como elemento unificador emplearon las páginas de periódicos a modo de soporte (recurso que Ramiro Ricardo utilizara en 1997 en su exposición personal La luz y las sombras). La muestra reúne la obra individual de cada creador, en tanto indagación de la realidad inmediata que les rodea y les condiciona.

Con toda la sutileza que caracteriza la obra de estos artistas, la exposición es un llamado de alerta ante la progresiva deshumanización del individuo enfrentado a una realidad plena de violencia que los medios se encargan de manipular, y en ocasiones de banalizar con objetivos diversos. El diálogo que se establece entre la obra propiamente dicha y las imágenes y textos del soporte es de una eficacia sorprendente. Hay cierta semejanza con el palimpsesto, pero lo que en el palimpsesto está dictado por la carencia, aquí responde más bien a la superabundancia. Lo curioso es que cada autor parte de su propia obra, de lo que suele hacer incluso con vistas a su comercialización, de modo que las coincidencias entre las piezas pueden ser vistas como obra del azar o estar dictadas por el hecho de compartir los artistas una realidad común.

Como propuesta curatorial la exposición alcanzó total coherencia. Desde el propio título, cada elemento estuvo puesto en función de los intereses, sobre todo de las intenciones de los artistas. Por ejemplo, las siglas REM remiten a un término científico (Rapid Eyes Movement), relacionado con la función visual, en especial con el sueño, pero al mismo tiempo son las letras iniciales del nombre de los tres artistas incluidos en la muestra. La expresión “bajo presión” puede ser tomada como relativa al grabado, pero también a lo impreso, como es el caso de la prensa diaria, que remite, a la vez, a la máquina impresora. Pero en otro sentido, esa presión puede referirse a la que ejercen los medios sobre el individuo, aplastado literalmente bajo un torrente de informaciones no menos apocalípticas por ser cotidianas. De este modo, la muestra adquiere las dimensiones de una singular metáfora de la realidad de hoy y del sentido de la vida para el hombre contemporáneo. Como complemento, el catálogo de la muestra fue concebido a modo de periódico, en todos sus detalles.

Por supuesto, el espectador común que visitó la muestra durante la exhibición no necesitaba de todas estas consideraciones para disfrutar, simplemente, de las obras desplegadas ante sus ojos, del depurado y sugerente sentido del diseño en Ramiro, de la recurrencia al autorretrato cargado de trascendencia y dramatismo en Ernesto y de la visión intimista y cotidiana de Gredler. Esto, a nuestro entender, justifica todo el derroche de ingenio aportado por los artistas y sus colaboradores, cuyos guiños cómplices añadían el necesario grano de sal a un plato visual por demás perfectamente condimentado. En resumen, una propuesta inteligente y atractiva, de esas que cualquier espectador avisado prefiere y que, por desgracia, no abundan.

 

*Texto publicado en la revista Ámbito, # 134. Diciembre, 2004

 

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Rescatar el silencio expulsado*.

 

Por Ramón Legón Pino

Crítico de Arte

Profesor Facultad de Arte de los Medios de Comunicación Audiovisual

Instituto Superior de Arte. Holguín.

 

“…un espacio sin fisuras en el que historia de las ciencias, las de las ideas y opiniones, podrán así lo quieren, retozar.”

Michel Foucault

 

A esta altura del tiempo ¿Qué puede haber de novedoso bajo el sol y en la tierra? ¿Qué recurso o idea puede ser no convencional? Este tramo del tiempo no es la era de las computadoras (son recursos llevados al extremo de su efectividad), es la era de la autoconciencia y la autofagia histórica. La era de McLuhan, Lyotard, Barthes, Baudrillard. De las ideas amargas, pero claras. La desilusión como fundamento constructivo de una ilusión curada del espanto de la utopía falaz de lo moderno. Legitimidad del accionar humano sin las restricciones normativas victorianas.

Victoria de lo histórico como proceso horizontal. Época de renovación constante de las preguntas y la no creencia en las respuestas complacientes minimizadoras de la realidad.

La perfección inútil de la imagen, la obscenidad que eso implica, según Baudrillard, termina matando la ilusión de fondo. Pero es bueno que ciertas ilusiones mueran (en tanto modelos, constructos restrictivos) para que otras ilusiones se abran paso. La cita, la simulación y la apropiación pueden verse como actitudes generadoras de subproductos, de límite o desquiciamiento. Pero esa es la trampa: lo referencial hacia el dichoso modelo moderno. Esas actitudes, bien vistas, pueden ser algo saludable, como rescate de lo primigenio-ingenuo, mirada desprejuiciada hacia lo reproductivo y la continuidad. Como actitud, en fin, de lo esencial humano.

Bien lo advertía el loco de Nietzsche: las verdades han sustituidos a la realidad. Rescatar la realidad. El loco también explicó que lo dionisiaco nace del dolor y no como oposición binaria de ambos conceptos. Por la desilusión puede generar una utopía renovada. La posmodernidad es una manera de indagar y construir que siempre existió fragmentada y que ha sido potenciada por la coherencia fáctica de lo histórico. No hay sorpresas. Imprimir la matriz de un grabado en un pliego de periódico es un gesto tan legitimo, formal y hedonista como hacerla en una cartulina Fabriano o Arche. Ni siquiera es un gesto irreverente o de ruptura. Claro, no es tampoco lo mismo de lo mismo. En eso hay gesto y una actitud precisa. Digresión: Alguien tan de ruptura esencial y reflexiva como Joseph Kosuth, estuvo expuesto a fines de los 90 en la galería Leo Castelli, nada menos. El mínimal y la muerte del significado, en potenciación del significante (rescate de la realidad, destrucción de los modelos) ahora es hedonismo puro en una galería del primer mundo o en una página bien pagada de Art in América. Regreso: el gesto de dialogar con la realidad inmediata y tos recursos elementales que aporta diálogo desde el arte con la realidad. Conciencia de la muerte, la relatividad o la trivialidad del contenido legitimatorio de un soporte.

Pero no todo esta ahí. No es una simple variación del soporte en tanto comprensión de los recursos de la realidad del entorno. Es diálogo con la falta de silencio de esta época en la que la sobresaturación de información es el tono. Con la problemática del hombre actual enfermo de novedad y prontitud. La información y la tecnología están ahí, no implican por sí mismas una sobrecarga. El problema está en la manera en que se consumen. Y ahí puede estar el sostén de la nueva ilusión, la aspiración de mejoramiento humano. Esos recursos pueden generar y potenciar lo mejor de lo humano si el hombre deja crecer sus necesidades internas en armonía con el entorno, y no convertirse en Frankenstein de necesidades y modelos externos, impuestos. El soporte de estos grabados y estos dibujos se convierte en imagen que contiene otra imagen. La densidad metafórica está en su simplicidad, en su armonía y coherencia con la visión a manera de palimpsesto del pensar actual sobre la cultura y el palimpsesto que son la cultura y la historia mismas. En la concepción de las piezas hay un hedonismo que no hace rechinar los dientes por implicaciones simbólicas y cósmicas. Por el contrario, hacen respirar con la calma que necesitamos. Nos dan el silencio desde miradas individuales sobre el arte y la realidad. Miradas que rescatan esa necesidad desde expresión artística personal redimida de la tontería de la inspiración y la supuesta improvisación.

La calma, el diálogo de voces que se dan su lugar con la modestia (palabra trampa, resaca de lo binario falaz, debí decir: conciencia de lugar y pertenencia a un concierto) en la utopía del panóptico desarrollada por Foucault. No hay por ninguna parte el chiste torpe y evidente (de pasillo, de esquina) que ha padecido el arte cubano en los últimos años.

Hay piezas como la Rumba, de Ramiro Ricardo, dignas de figurar en cualquier galería o museo de arte contemporáneo por su asimilación y engarzamiento de perspectivas sobre el arte en un producto visual simple y sin suturas. Hay piezas como la serie de rostros (autorretratos) de Ernesto Blanco Sanciprián que hablan de la solidez y la coherencia del pensamiento de un artista sobre los sentidos de la vida, donde el arte tiene un lugar preciso sin ser la arista que cubre o extrema la visión de la totalidad. Martin Gledler sobre una página repleta de información económica y financiera, hecha casi en clave para entendidos y que para él resulta un producto visual de buena forma gestáltica, dibuja con la tinta su humanidad escatológica y cotidiana. Por ahí anda el secreto de la seducción siempre viva del arte. El arte en conexión con la vida que no su esclavo. Allá los que insistan en la facilidad displicente de hablar mal del psicoanálisis y el estructuralismo.

 

 

*Catálogo Proyecto REM Bajo la Prensa. Exposición tripersonal de gráfica. Holguín, 2004

 

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